Amigos de la noche de la caridad

miércoles, 22 de septiembre de 2010

jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz año 2010 para todos los hermanos de la noche de la caridad


Mis queridos hermanos en Cristo

Pido a Cristo , el Rey de la Paz traiga en sus familias y corazones lluvia de amor y alegria.
Que siempre busquemos lo mejor para nuestras almas, lo mas perfecto,lo bueno, lo noble, lo justo, lo santo.
Perseveremos en el servicio acompañado de la oracion constante y perseverante.
Respetemos la Iglesia como Casa de Dios.
Que nuestras vidas sean un canto de alabanza en medio del mundo.
La Virgen Santa nos preserve y cuide de todo peligro.

GRACIAS HERMANOS DE LA NOCHE DE LA CARIDAD POR DARLE SU SI A DIOS EN EL SERVICIO EN FAVOR DE LOS HERMANOS MAS NECESITADOS.



SANTIDAD Y AMOR

Su hermama Adriana

lunes, 28 de diciembre de 2009

La orden de los servitas.

Vida solitaria, abrazada por motivos de orden religioso, el a. (del verbo griego anachoreo, retirarse) o eremitismo (de éremos, desierto, soledad) responde a uno de los instintos fundamentales de la naturaleza humana. Sólo así se explica que en todos los tiempos, países, razas y religiones existan hombres y mujeres que abandonan todo para vivir solos en desiertos, selvas, montes o islotes, o entre las cuatro paredes de una celda. En el cristianismo tiene el a. una larga y hermosa historia, aunque en su mayor parte nos sea enteramente desconocida: de muchísimos solitarios no sabemos nada o casi nada, pues no hicieron nada notable a los ojos de los hombres.
Los principios del anacoretismo cristiano. Tras las huellas de Elías y Juan Bautista, que consideraban como sus predecesores; a imitación de Cristo, que se retiraba al desierto para ayunar y orar, algunos cristianos empezaron a llevar una vida de austeridad y trato con Dios en la soledad. Los orígenes de este movimiento son oscuros (v. MONAouismo), pero sabemos que en los s. iv y v adquirió grandes proporciones en Egipto, Siria, Palestina, cte.; de manera que muy pronto hubo anacoretas en todo el orbe cristiano. S. Jerónimo pretende que S. Pablo de Tebas fue el primero de todos; pero la existencia de este personaje es incierta. En cambio no puede dudarse que el copto S. Antonio (v. ANTONIO ABAD, SAN) adquirió la mayor influencia y popularidad, hasta merecer el título de «padre de los monjes cristianos». Otros solitarios santos y famosos fueron, en Egipto, Ammonas, Arsenio, Juan de Licópolis, ambos Macarlos, Pablo el Simple y otros muchos, que constituyen la serie incomparable de los «Padres del yermo». En Siria y Mesopotamia, no pocos adoptaron formas de ascetismo tremendas y espectaculares; entre todas sobresale la de los estilitas, que vivían en lo alto de una columna (stylos), a ejemplo -de S. Simeón (v. ESTILITAS), el primero y más famoso. El a. floreció abundantemente en Palestina, la tierra de Jesús; sobre todo en el desierto de Judá. Institución originaria de Palestina fue la laura, suerte de compromiso entre el a. y el cenobitismo (vida de comunidad), pues los solitarios vivían en cabañas, no muy distantes entre sí, durante la semana; los domingos, en cambio, llevaban vida de comunidad en el cenobio, que toda laura poseía y en el que, además, se formaban los solitarios hasta que se les consideraba aptos para el combate del desierto. Otro tipo de a. que floreció abundantemente en todas partes y en todos los siglos fue el de los reclusos y reclusas, que vivían encerrados en una celda. Muchos anacoretas, por el contrario, adoptaron la xeniteía o peregrinatio, y, a imitación de los «evangelistas» de la Iglesia primitiva, pasaban su vida en los caminos, hospedándose de ordinario en los monasterios o en las ermitas que encontraban; en los orígenes, fue la xeniteía un género de ascetismo muy estimado, pero degeneró, y S. Agustín y S. Benito fustigaron muy duramente a los monjes que llamaban girévagos.
Los solitarios que vivían completamente aislados, fueron la excepción. Con el fin de ayudarse mutuamente en lo espiritual y en lo material, solían agruparse en colonias más o menos numerosas y organizadas, que de ordinario tuvieron por principio un anacoreta famoso, como S. Antonio o S. Macarlo el Grande (v.), al que acudían los discípulos en busca de dirección espiritual. En el centro de la colonia se levantaba una iglesia, servida por uno o varios monjes sacerdotes, una panadería y otras dependencias necesarias; los anacoretas vivían en cabañas, grutas o sepulturas abandonadas, solos o en pequeños grupos de dos o tres, generalmente formados por un anciano y sus discípulos, y proveían a su propio sustento y al de los pobres con el producto de su trabajo manual; sólo los sábados y domingos se reunían en la iglesia para celebrar la Eucaristía y cantar el oficio divino en comunidad, y ocasionalmente celebraban reuniones -las célebres colaciones- para tratar de temas espirituales o de los asuntos de la colonia. En todo el mundo cristiano gozaron de gran celebridad y fueron muy visitadas las colonias anacoréticas de Nitria, las Celdas y Escete, situadas no muy lejos de Alejandría.
En Occidente, S. Martín de Tours (m. 397; v.) fundó una colonia parecida en Marmoutiers (Francia) y S. Honorato (m. ca. 431), otra en una de las islas de Lérins, que más bien puede clasificarse entre las lauras. En los s. Iv y v, el a. tenía ya muchos seguidores en Italia, Francia y España; a fines de esta época empezó a arraigar fuertemente entre los celtas, que rivalizaron y aun superaron a los monjes sirios en materia de ascetismo corporal. Pero los solitarios de Occidente no tuvieron los historiadores y panegiristas que relataron las gestas de sus hermanos de Oriente, y nos son muy poco conocidos.
Clases de ermitaños. El a. tuvo su edad de oro en la época patrística. En ella surgió, arraigó y se propagó; aparecieron sus grandes adalides y prototipos; se creó su ideal de espiritualidad. Desde entonces aparecieron también las tres clases de solitarios que distingue J. Leclercq (v. bibl.) a propósito del a. medieval: los monásticos, los independientes y los agrupados en asociaciones de diversos tipos.
Los anacoretas pertenecientes a un cenobio son los más conocidos, pero no los más numerosos. Los monasterios solían tener ermitas, a las que se retiraban, temporal o definitivamente, monjes, abades o incluso obispos que habían sido monjes. A veces estos solitarios vivían en una torre o en una celda apartada del mismo, monasterio, aunque sin intervenir en la vida de la comunidad. No son raros los casos de cenobitas que practican el a. itinerante. Todos estos anacoretas estaban bajo la obediencia del abad y en íntima relación con la comunidad.
Los ermitaños independientes fueron los más numerosos, los más heterogéneos y, salvo excepción, los menos conocidos. Unos practicaban la estabilidad, vivían de continuo en una ermita determinada; otros, por temperamento o para huir de visitantes y discípulos, eran itinerantes o cambiaban con frecuencia de ermita. Unos abrazaban el a. a perpetuidad; otros, sólo por un tiempo. Este último era el caso de tantos ermitaños que se hacían cenobitas, o de cenobitas que terminaban su vida como solitarios; S. Juan Crisóstomo, S. Gregorio de Nacianzo, S. Jerónimo, Casiano, S. Benito, S. Juan Clímaco, por no citar más que unos pocos nombres de una serie que se prolonga hasta nuestros días, practicaron el a. por un tiempo. La morada de estos ermitaños independientes solía ser una gruta, una cabaña o una modesta casita, de ordinario contigua a una iglesia u oratorio; su hábito, de las formas, telas y colores más diversos; su alimentación, a veces, extremadamente austera, y otras, mucho menos. Unos practicaban la pobreza más estricta, mientras otros poseían bienes, además de la ermita. Unos hacían los votos religiosos; otros, no. Con frecuencia se mezclaban con el pueblo humilde y gozaban del respeto y amistad de todos, aunque a veces se burlaran de ellos. Entre ellos no fueron raros los sacerdotes y aun hubo hombres de gran cultura e ingenio; pero, en general, eran gente sencilla, a veces completamente iletrada y, por tanto, presa fácil del fanatismo y la herejía.
Finalmente, hay que tener en cuenta las agrupaciones anacoréticas de muy diferentes tipos que tanto abundaron a lo largo de los siglos. Unas pequeñas y otras grandes, unas singulares y otras que formaron verdaderas congregaciones, unas que respetaban casi íntegramente la iniciativa individual y otras que sujetaban a sus miembros a una disciplina minuciosa; tales agrupaciones suelen tener por origen a un santo personaje al que se juntaron numerosos discípulos. Algunas de ellas supieron combinar el a. con el cenobitismo. La mayor parte desapareció o evolucionó hacia la vida de comunidad perfecta.
Acaso habría que añadir aquí otra clase de a.: la de los falsos ermitaños. Las literaturas de todos los países los conocen y caracterizan muy bien. Son pobres que desean sobrevivir en circunstancias difíciles; gente perezosa, truhanes, vividores, que explotan la caridad pública; malhechores que se esconden bajo el sayal. Pero tales individuos, que por desgracia abundaron demasiado, sólo pueden darnos una mala caricatura del a., del que no fueron producto, sino rémora y descrédito. Tampoco entran propiamente en el cuadro de los ermitaños los seglares que se llaman así por cuidar de un oratorio o capilla situado en el campo, que en castellano lleva impropiamente el nombre de ermita.
Desarrollo del anacoretismo. Puede decirse, en general, que el a. conservó en la Iglesia de Oriente el carácter que le imprimió la época patrística. El Oriente cristiano es esencialmente tradicionalista. Aunque el cenobitismo fue ganando terreno y muchas lauras y colonias de ermitaños se convirtieron en monasterios o desaparecieron al empuje del Islam y de otros invasores, el a. siguió teniendo muchos adeptos hasta los tiempos más recientes. Un centro de singular importancia para la vida monástica surgió en Monte Athos (v.), que empezó a ser habitado por ermitaños y donde el a. continúa teniendo seguidores en nuestros días. En Tesalia, en Capadocia, en Rusia, se desarrolló un pujante y variado a. S. Serafín. de Sarov (m. 1833; v.) puede considerarse como prototipo de los innumerables ermitaños rusos que subsistieron hasta la revolución bolchevique. En los últimos tiempos, por desgracia, el a. oriental, víctima de diferentes 'circunstancias, ha disminuido mucho tanto en número como en calidad.
En Occidente, la concepción patrística del desierto se mantuvo sin cambios hasta el s. x. Mas, al par del cenobitismo, el a. se fue organizando y reglamentando mejor. Para hacerse solitario se exigía la autorización del obispo (o del abad, si se trataba de un monje). Conocemos gran número de anacoretas benedictinos. Los reclusos y reclusas eran numerosos, sobre todo en los monasterios; sus celdas solían estar adosadas a la iglesia y a través de un ventano asistían a Misa y a los oficios. Nunca hubo a. mejor vigilado.
A fines del s. x, el a. occidental se vuelve más y más cenobítico y clerical, y al propio tiempo se relaciona íntimamente con el movimiento en favor de la vida común del clero y la institución de los canónigos regulares. Surgen una serie de formas originales de soledad organizada y semicenobítica: Fonte Avellana, ilustrada por S. Pedro Damián (m. 1072); Monte Vergine, fundada por S. Guillermo de Vercelli (m. 1142); Pulsano (ca. 1120); Grandmont, obra de S. Esteban de Muret (m. 1124), etc. Estos institutos perdieron pronto su carácter eremítico. Otros dos, en cambio, perduran hasta hoy como órdenes semieremíticas: los camaldulenses (v.) y los cartujos (v.).
En los s. XIII y xiv, las congregaciones eremíticas de los silvestrinos, celestinos y olivetanos desembocaron pronto en el cenobitismo rígido. Originariamente ermitaños del Monte Carmelo, los carmelitas (v.) no olvidaron del todo su primitiva vocación. El a. tuvo también mucha importancia en los orígenes franciscanos (v.), ideal que rebrotó con frecuencia en las ramificaciones de la gran familia seráfica; los capuchinos, p. ej., fueron al principio ermitaños franciscanos, y entre los numerosos terciarios anacoretas destaca la figura polifacética de Raimundo Lulio (v.). Los siete primeros padres de los servitas (v.) vivieron como ermitaños en unas cuevas del Monte Senario, y ermitaños fueron asimismo S. Francisco de Paula (v.) y los primeros mínimos. En realidad, apenas hay orden o congregación religiosa que no tenga nada que ver con el a.
Es notable que, sobre todo desde el s. xiii, gran parte del a. puede llamarse paradójicamente «comunitario». Es un a. sin desierto real, sin soledad; que no conserva más que la práctica del silencio como salvaguarda del «desier. to interior». Así, en 1256, nació la Orden de los Ermitaños de S. Agustín (v. AGUSTINOS), que no tiene nada de específicamente eremítico. La olvidada Orden dé San Pablo, hoy muy reducida y cenobítica, se formó en Hungría y alcanzó la aprobación pontificia en 1308; el estudio de su- historia nos depara muchas sorpresas. Varios grupos de anacoretas se pusieron bajo la protección de S. Jerónimo y dieron origen a varias congregaciones jeronimianas de tipo conventual; una de ellas, la más importante, es la Orden de los Jerónimos (v.) españoles.
La Reforma protestante fue un duro golpe para el a. occidental. Sin embargo, los s. xvi y xvii acusan un renacimiento eremítico tanto en Europa como en América: al parecer, en Perú, Chile, Colombia, etc., hubo numerosas ermitas y ermitaños. Pablo Giustiniani (m. 1528) fundó la vigorosa congregación camaldulense de Monte Corona. Los ermitaños del Tardón dieron origen a la española Orden de S. Basilio. Entre los eremitorios europeos ninguno fue tan visitado ni alabado como el de Montserrat (v.), que reorganizó García de Cisneros.
En el s. XVII se dieron estatutos bien definidos a los ermitaños de numerosas diócesis y se fomentó o impuso su reunión en pequeñas comunidades de un cenobitismo rudimentario. En España hay que señalar especialmente el famoso Desierto de Nuestra Señora de Belén, cerca de Córdoba, que fue erigido en Congregación de ermitaños de S. Pablo en 1613 y subsistió hasta 1957, y la Congregación de ermitaños de S. Pablo y S. Antonio, que empezó a formarse en tiempo de Juan de la Concepción (m. 1688), agrupó finalmente a todos los ermitaños de Mallorca y sigue floreciente en nuestros días.
Más duro que el golpe de la Reforma protestante fue el que asestó al a. occidental la Revolución francesa con sus secuelas. Tan rara llegó a ser la vida eremítica, que el Código de Derecho canónico (1917) la ignora por completo. Los diversos intentos de resucitarla en el s. xix habían fracasado casi sin excepción.
El moderno movimiento eremítico parece mucho más prometedor. Cuenta ya con notables realizaciones. No sólo camaldulenses y cartujos han hecho diversas fundaciones, sino que también los carmelitas han abierto varios «desiertos» y los franciscanos, «retiros»: han reaparecido los ermitaños independientes -hombres y mujeres-, en las inmediaciones de diversos monasterios ha empezado a reflorecer el a. monástico, y han surgido nuevas agrupaciones, como los Ermitaños de María Inmaculada, en los Pirineos franceses, y, sobre todo, los Ermitaños de S. Juan Bautista, en el Canadá, que llevan una vida estrictamente solitaria. Charles de Foucauld (v.) es el ermitaño más célebre de nuestro tiempo.
Espiritualidad. Desde sus orígenes, el a. cristiano fue generalmente muy estimado. S. Basilio, con todo, combatió su legitimidad, juzgándolo contrario al precepto del amor al prójimo y poco apto para adquirir ciertas virtudes. Su punto de vista no se impuso: el a. fue considerado como una forma superior de vida cristiana y la cúspide de la vida monástica, que sólo debía abrazarse tras una seria preparación en un cenobio. Evagrio Póntico (m. 399), S. Pedro Damián (v.) y Pablo Giustiniani (m. 1528) descuellan entre los teóricos de su espiritualidad.
En la época patrística, el yermo cristiano es una realidad bíblica: evoca el desierto a través del cual los israelitas pasaron de la servidumbre de Egipto a la libertad de la Tierra prometida, el desierto al que se retiraron Elías, Eliseo, los «hijos de los profetas», Juan Bautista y el mismo Jesús. Los Padres muestran que, en la soledad, el cristiano reproduce en sí mismo esos misterios y su eficacia salvadora, imita a Jesús en su ayuno y su oración, profundiza su conocimiento del-Verbo por la meditación de las Escrituras y se eleva a Dios por la contemplación. El a. no pretende otra cosa que realizar este programa, que los Padres proponían a todos. Su elemento esencial es la soledad; pero una soledad dirigida enteramente a la vida contemplativa, esto es, a la oración tan continua como sea posible y al ascetismo. Y el amor total de Dios no puede hacer olvidar al anacoreta el amor al prójimo. Con su santidad, con su ejemplo, con su oración, con su combate espiritual contra las fuerzas del mal, con su apertura a todos los hombres que buscan en él hospitalidad, consuelo o consejo, el verdadero solitario aprovecha a la Iglesia y a la humanidad entera. No es raro el caso de anacoretas que han ejercido una influencia enorme y visible sobre príncipes, pueblos y aun la Iglesia entera. Son los grandes testigos de Dios, «los que buscan a Dios sólo, del modo más absoluto, más perseverante y más puro» (T. Merton). La Iglesia
aprueba sin reserva el a., pues sabe, con S. Tomás de Aquino (Sum. Th., 2-2 8188 a4), que es una auténtica vocación cristiana y la forma más radical de monacato, pese a sus aparentes antinomias de «practicar la obediencia sin superior, la caridad sin hermanos y el apostolado sin acción» (J. Leclercq).

V. t.: ERMITAÑOS; ESTILITAS; MONAQUISMO.

G. M. COLOMBÁS LLÜLL

viernes, 29 de mayo de 2009

Aqui mas imagenes




Asi es como preparamos y entregamos los alimentos

Hola aqui estan las manos que se esfuerzan para que nuestros hermanos puedan recibir el alimento para el c uerpo y tambien para su alma.


miércoles, 20 de mayo de 2009

Decalogo a tener en cuenta para servir con mucho amor a nuestros hermanos


1- Recordar que vamos a charlar con la gente y no solamente a dar de comer.

2- Nos acercamos a todas las personas, no dejamos a nadie de lado.

3- Nunca ir solo, menos que menos las mujeres, siempre ir de a dos, por lo menos, pero con la venia del resto del grupo, es decir no cortarme. De la misma manera estar dispuesto a ir donde me necesiten.

4- Es importante que las personas no se sientan invadidas (ir cuatro a atender una sola persona). Si la persona está sentada no quedarme de pie mirando sino que tengo que ponerme a su altura, es decir sentarme (no olvidemos que Cristo siendo Dios se hizo hombre, siendo rico se hizo pobre, siendo grande se hizo pequeño, a Él imitamos).

5- Muchas veces nos vamos a encontrar con situaciones que nos sobrepasan (personas alcoholizadas, chicos drogados, gente que habla mal de otras que están en el mismo lugar, conversaciones impropias), por esto lo mejor es retirarse si veo que la situación se hace inmanejable, y si se trata de chusmerío callarme la boca o no consentir eso que se dice, somos testigos de Cristo.

6- Nunca y bajo ningún punto de vista preguntar porque está en la situación que está. Lo importante es que la gente descubra que uno es "incondicional". Nos dice Isaías: "Los pobres y los indigentes buscan agua en vano, su lengua está reseca por la sed, pero Yo el Señor, les responderé: Yo, el Dios de Israel no los abandonaré". Por esto no preguntar nada.

7- No meterme o pretender que el grupo se meta en lugares peligrosos.

8- Damos de lo que todos llevamos. no ofrecer ninguna otra cosa que no estoy seguro que se las pueda dar. La gente está cansada del "manoseo" de golpear puertas y que les hagan dar vueltas como locos.

9- No tomar iniciativas de modo personal; es conveniente consultar antes con otras personas con experiencia, ya que cualquier decisión personal afecta al grupo o a la parroquia. Nunca vamos en nuestro nombre, sino en nombre de la Iglesia.

10- Rezar siempre con la gente, somos hombres y mujeres de fe. Nosotros nos vamos pero tiene que permanecer el Señor.

¿Como puedes ayudarnos?

La mejor forma de ayudar es acercarte como voluntario los viernes a las 19 hs

Otra forma de colaborar es dejando alimentos en el canasto que esta al pie del Altar de la Basilica de Nuestra Sra de la Piedad los fines de semana . Puedes dejarnos


- leche en polvo o larga vida

- jugos de todo tipo
- calditos (tipo Knorr) y todo lo que se te ocurra .

Desde ya muchas gracias


Grupo Mama Antula

¿Que hacemos en el grupo de la caridad?

La Noche de Caridad es un servicio gratuito que funciona en varias parroquias de la Capital Federal.

Preparamos viandas de comida en porciones individuales acompañadas de jugos y caldos de todo tipo y lo repartimos a nuestros hermanos que viven indigentemente en la Plaza Congreso

Llevamos una palabra de aliento junto con el alimento, ya que vivir en situaciones de marginalidad debilita mucho la fe y esperanza en nuestros hermanos.

Todo hermano con espiritu de servicio puede entrar a colaborar con nosotros. Los esperamos con amor. Son muchos los hermanos que visitamos en la calle , cuantos mas hermanos nos sumemos al grupo de caridad mas podemos aportar. No hay que saber mucho para participar en el grupo solo tener el corazon dispuesto hacia los hermanos mas necesitados. Una sonrisa todos podemos ofrecerla

Los esperamos

GrupoMama Antula

CORONA DE LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN MARÍA

La Stma. Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a los que diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

1º - Pondré paz en sus familias.
2º - Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º - Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º - Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º - Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6º - Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte, verán él rostro de su Madre.
7º - He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

(Rezar despacio, meditando estos dolores):

Hermano en Cristo ¿cuanto hace que no practicas alguna obra de misericordia? ¿quieres acompañarnos? te esperamos



Las Obras de Misericordia espirituales son:


1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que yerra.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas del prójimo.
7. Rogar a Dios por los vivos y los muertos


Las Obras de Misericordia corporales son:

8. Visitar al enfermo.
9. Dar de comer al hambriento.
10. Dar de beber al sediento.
11. Socorrer al cautivo.
12. Vestir al desnudo.
13. Dar posada al peregrino.
14. Enterrar a los muertos.



Hermano si quieres unirte a nuestro grupo de la caridad , acercate a la Basilical Nuestra Señora de la Piedad( Bartolome Mitre y Parana Buenos Aires capital ar) alli los sábados por la noche y los domingos por la mañana nos juntamos para preparar los alimentos para llevar a nuestros hermanos que viven en la Plaza frente al Congreso de la Nación.



La caridad en la Vida de la Iglesia

El Documento de la Conferencia Episcopal Española «La caridad en la vida de la Iglesia », y el de la Comisión de Pastoral Social «La Iglesia y los pobres», pretenden promover en cada comunidad cristiana el testimonio de caridad con los pobres, con los marginados, con los que sufren.

Se trata de una tarea primordial en la vida de la Iglesia. Como dice el Concilio Vaticano II:

«La Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo» (Lumen gentium, n. 8).

Esta acción caritativa y social es al mismo tiempo humanizadora. Ayuda a quienes ejercen el servicio a los pobres a salir de sí mismos, a abrirse hacia los demás en compromisos concretos. Debe ayudar a los pobres a su elevación como personas.

El propio Concilio Vaticano II nos dice cómo debemos ejercer hoy nuestra caridad con los pobres:

"Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario:

  • ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da;
  • respetar con máxima delicadeza la libertad y la dignidad de la persona que recibe el auxilio;
  • no manchar la pureza de intención con cualquier interés de propia utilidad o con el afán de dominar;
  • cumplir antes que nada las exigencias de la justicia para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia;
  • suprimir las causas, y no sólo los efectos, de los males;
  • y organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciban se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos" (Apostolícam actuositatem, n. 8).
Hoy el servicio eficaz a los pobres exige que, respetando toda iniciativa individual, se ofrezcan a los fieles y a todos los hombres de buena voluntad cauces de organización adecuada. La organización del servicio a los pobres tiene en la Iglesia una larga historia. En nuestra época esta organización ha adquirido nuevas modalidades, contando con la ayuda de las ciencias sociales y técnicas modernas de organización. Es un progreso. Pero a condición de que haya plena fidelidad a las motivaciones evangélicas y al carácter eclesial del servicio a los pobres.

El adecuado servicio a los necesitados exige, además de la acción de las organizaciones nacidas en la Iglesia, el esfuerzo de la mutua colaboración entre las instituciones. Y no sólo por razones de eficacia. La razón más profunda está en la comunión eclesial. La Iglesia es radicalmente misterio de comunión con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo y esto ha de manifestarse en toda su actividad pastoral incluida su acción caritativo-social.

Una dimensión de la caridad cristiana que debe animar las actividades de servicio a los pobres es la atención a cada persona. La organización exige hoy unos servicios técnicos, una burocracia. Pero hay que cuidar que estos servicios estén siempre orientados a la relación personal con aquellos a quienes hay que prestar ayuda. Esta misma relación interpersonal debe ocupar un lugar preeminente en el seno de cada institución y en la relación entre las instituciones. El Espíritu de amor mueve a toda la Iglesia hacia una comunión que supone relación entre las personas (Cf. 1 Cor. 12-14).

Es de esperar que el citado Documento de la Conferencia Episcopal Española y el correspondiente comentario de la Comisión de Pastoral Social, sirvan de aliento y orientación a cuantos trabajan en esta importante parcela de la vida de la Iglesia. Más aun, que cada comunidad cristiana escuche la voz de los obispos como una llamada que Jesús dirige a todos para que, en las circunstancias de hoy, nos dejemos guiar por el Espíritu Santo en el amor y en el servicio a los pobres.

Que la Virgen Santísima nos alcance la gracia de imitarla en la diligencia con que Ella acudió en ayuda del prójimo (Cf. Lc 1,39; Jn 2,3).

+ Elías Yanes Alvarez
Arzobispo de Zaragoza y
Presidente de la Conferencia Episcopal Española

¿Quien es Mama Antula?

MARIA ANTONIA DE PAZ Y FIGUEROA

BEATA MARIA ANTONIA DE SAN JOSE . "MAMA ANTULA"

Nació en el año 1730 en el seno de una familia santiagueña socialmente reconocida.

A los 15 años comenzó a trabajar junto a los padres de la Compañía de Jesús (Jesuitas) Mama Antula colaborando en la organización de ejercicios espirituales.

Luego de que los jesuitas fueran expulsados del territorio, puso aún más énfasis y amor en su tarea de catequizar y misionar.

Recorrió las provincias de San Luis, Jujuy y Córdoba llevando en sus manos una cruz de madera como símbolo de austeridad y amor a Cristo.

Llegó a Buenos Aires en el año 1779. Dedicó los siguientes veinte años de su vida a llevar el mensaje de Cristo a personas de toda raza y condición económica o social.

En 1795 fundó la Casa de Ejercicios Espirituales en Buenos Aires, la que aún sigue cumpliendo la misión que le dejó esta mujer ejemplar.

Falleció el 7 de marzo de 1799 en la Casa que había creado. Sus restos mortales descansan en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad, en la ciudad de Buenos Aires; pero su espíritu está vivo en las Hijas del Divino Salvador, que siguiendo su ejemplo fundaron el Santuario de San Cayetano, en Liniers, provincia de Buenos Aires. San Cayetano y San José eran los santos en los que tenía mayor devoción "Mama Antula", así llamada cariñosamente en Santiago del Estero.

Los hechos prodigiosos que realizó en vida, tales como multiplicar los panes y la comida, sanar a un loco, restituir la vida a un albañil, aparecerse a la media noche a personas necesitadas de auxilio y los que actualmente suceden en virtud de las gracias que por su intercesión concede Dios, motivaron que la Santa Sede esté trabajando en el proceso para canonizarla, en cuyo caso será Santa, para orgullo, ejemplo y protección de la adorada tierra en que nació y de la República Argentina que tanto amó.

El centro social adornado con el Via crucis.

El centro social adornado con el Via crucis.

Entreguemos nuestro tiempo para aquellos que lo necesitan

Entreguemos nuestro tiempo para aquellos que lo necesitan

Hermano deja tu huella en el corazon de Dios, ayudando a aquellos que mas nos necesitan.

Hermano deja tu huella en el corazon de Dios, ayudando a aquellos que mas nos necesitan.
Ven a la Basilica, Ven ,Camina y deja tu huella entre nosotros y en nuestros hermanos de Plaza Congreso

El amor es paciente, no hace alarde. El amor es compasivo. De gran misericordia

El amor es paciente, no hace alarde. El amor es compasivo. De gran misericordia
Gracias amigos por donar su tiempo a los mas necesitados

El refrigerio para nuestros hermanos.

El refrigerio para nuestros hermanos.